Aprovechando el puente de día de muertos, salí de viaje a Atlixco; pueblo a unos 30 kilómetros de la ciudad de Puebla. No fue mi primera visita; ya había tenido la oportunidad de ir en una ocasión previa, y como antes, me encantó.
Cuando uno llega, se sorprende de la limpieza del lugar, la amabilidad de la gente y el agradable clima -ni muy frío ni muy caluroso- que se mantiene más o menos estable a lo largo de todo el año. Es un pueblo con vida y mucho movimiento, y sin embargo no se siente el estrés de la ciudad, pues no hay prisa en lo que se hace, se vive con calma.
En la plaza central, verde y estética, hay en el centro un gran kiosko que ha sido adaptado como un café con una vista maravillosa, y no hay ni un starbucks. Aquí uno se llena de una energía mágica y se puede sentar a leer con una sensación fantástica.
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